Folleto informativo Historia de Soto en Cameros y sus pedanías
Los primeros grupos humanos de la sierra
La presencia humana en estos parajes se puede relacionar con importantes hallazgos de restos de utensilios descubiertos en las terrazas fluviales de los ríos Najerilla y Cidacos datados hace 200.000 años (cultura Achelense). Se debe también considerar la similitud del entorno y la proximidad geográfica de yacimientos como Ambrona (Soria) y Atapuerca (Burgos) para deducir que los humanos también poblaron y se adaptaron al espacio de la sierra, por lo menos, desde hace 800.000 años.
También la cercana cueva de Peña Miel (Nieva) posee un interesante depósito sobre la cultura del Hombre de Neanderthal (Paleolítico Medio).
Hasta la fecha no se han localizado en este entorno restos significativos de otras fases posteriores de la prehistoria hasta el Neolítico (hace unos 6000 años).
Las sociedades más organizadas se adaptaron a los diferentes nichos ecológicos de la sierra, utilizando abrigos o grandes cuevas (cueva Lóbrega en Torrecilla de Cameros) para refugiarse. En aquellos momentos comenzó la domesticación de algunas especies (ovejas, cabras) y algo más tarde, el cultivo de algunas plantas, aunque siguieron siendo fundamentales durante muchos siglos la recolección de especies silvestres y la caza. l final de este periodo se construyeron los dólmenes localizados entre la cuenca del Leza y del Iregua.
En Trevijano se examinó la estructura y depósito de un dólmen (Collado del Mayo) que ofreció una datación de 4.640 años de antigüedad máxima. Se trata de un monumento funerario de carácter colectivo que ha conservado su túmulo y galería compuesta ésta, por grandes bloques en posición vertical, conservándose un corto tramo de su antigua cubierta. Dada la gran dispersión de restos da la impresión de que sufrió varias remodelaciones en las última fases de utilización. En su interior, se recuperaron un gran número de huesos humanos junto a puntas de flecha y láminas de sílex, fragmentos de cerámica, punzones y espátulas de hueso, cuentas de azabache… etc.
Progresivamente, los grupos humanos mejoraron sus actividades de cría de ganado y con más lentitud, las de producción agrícola. Además, con la evolución económica, se produjo una clara renovación tecnológica. Las hachas, azadas, cinceles, picos…, se confeccionaban ya en piedras pulimentadas (basaltos, ofitas, fibrolitas…) y más tarde en bronce (Edad del Bronce) con sus respectivos enmangues de hueso o madera. Así se difundió el descubrimiento de mezclar el cobre con el estaño para manufacturar nuevos objetos
La necesidad de contar con recipientes produjo una tipología variada en vasijas de cerámica (al principio sin torno) diferentes en cada periodo cultural así como, trabajos de cestería (canastos, esteras, calzado…).
Se intensificaron los intercambios de materias primas y, a la vez, el control territorial y una cada vez mayor estructuración de los grupos impulsó a las poblaciones a asentarse en emplazamientos defensivos (cerros, altozanos…) tal y como sucediera en el poblado de la Dehesa de Navarrete, donde una población seminómada contaba con su refugio estacional.
En Soto en Cameros se tiene noticia de hallazgos de cerámica de la edad del Bronce y de un hacha pulimentada. Estos datos atestiguarían la presencia humana en el fondo del valle, por lo menos, desde el tercer milenio antes de Cristo.
Al final de la Edad del Bronce se fue instaurando una forma de vida que ha perdurado sin demasiados cambios. Se trata de una manera especial de adaptarse al medio en la que se comenzarían a utilizar objetos de hierro, en un principio. importados y, posteriormente, fabricados en el mismo poblado. Tanto los objetos cerámicos (ollas, jarras..) como los metálicos (aperos de labranza, arados…) así como la estructura de los edificios y de poblados son similares a muchos de los conocidos hasta hace 50 años en nuestro entorno rural. En un espacio cercano a Soto se ha podido identificar un conjunto de yacimientos con materiales de este periodo, destacando: La Ermita (Muro en Cameros), San Román de Cameros (desaparecido), Castillo (Jubera) y Soldecampo (Ventas Blancas).
Los Romanos organizaron el territorio
Cuando los romanos llegan al alto Ebro el territorio carecía de unidad étnica y administrativa. Así en La Rioja actual estaban asentados los berones y los vascones, sin descartar que los pelendones ocupasen el alto Najerilla (Canales de la Sierra) y los arévacos el alto Alhama (Contrebia Leukade). La cuenca media y alta del Leza estaba ocupada grupos de etnia berona.
En el siglo primero, una vez instaurada la paz de Augusto, el Alto Ebro quedó integrado en la provincia hispana de la Tarraconense. Se trazaron una serie de calzadas que enlazaban Tarraco con Gallaecia, pasando por territorio vascón y berón. Otras calzadas secundarias surcarían los afluentes de la margen derecha del Ebro . Una de ellas atravesaría el valle del Leza desde, posiblemente, Vareia (Varea) para confluir con la vía nº 27 en otra ciudad o mansión (quizá Augustobriga o Numancia) en plena celtiberia.
La población del valle del Ebro se organizaba en torno a ciudades y asimiló, en distintos grados, el modo de vida de los conquistadores, produciéndose un sincretismo cultural que, queda patente en la forma de aunar las nuevas creencias con sus antiguas deidades y símbolos, tal y como aparece en un buen número de inscripciones (estelas).La presencia romana en la cuenca del río Leza queda atestiguada por una serie de hallazgos como la de cerámicas (T.S.H.) descontextualizadas en las proximidades a Soto en Cameros, algunas villas romanas como La Tejera (Ribafrecha), Reduelos (Murillo de Río Leza) o como la estela romana conservada en la casa solar de Valdeosera, en la que se puede leer el siguiente texto:
ANT LE S U
ANTONIA
L SERVA ANP
M LXV
ANT (Minus onius) LESU(rus)
ANTONIA L(esuri) SERVA AN(norum)
P(lus)) LXV
La llegada de los visigodos y el miedo a sus ataques generó fuertes cambios en la población que optó por fortificar sus asentamientos o trasladarse a zonas de difícil acceso como promontorios, covachos naturales y sobre todo, cuevas artificiales excavadas en la roca. Un buen y cercano ejemplo lo constituye el conjunto de cuevas artificiales y columbarios (desaparecidos casi en su totalidad) del municipio de Leza de rio Leza.
El periodo musulmán en La Rioja es poco conocido. Sabemos que en el siglo VIII este territorio era fronterizo y servía como marca de Al–Andalus bajo el dominio de los Banu Casi.
Las Primeras noticias escritas
Durante el periodo de la dinastía Nájera -Pamplona (920-1076) se puede documentar por primera vez de forma escrita el nombre de Soto. Se trata de un documento fechado el año 1037 en el que un señor D. Gonzalo Fernández vendió a Jimeno una casa en Soto. Algo más tarde, en 1060, la reina Estefanía (viuda de D. García el de Najera y Navarra) dio en testamento a su hijo Ramiro (el prestamista) la villa de Soto y su barrio de Ciellas (junto a Leza, Alficero y Larraga).
En 1162 el río Leza aparece mencionado como “Rivo Sot”.
Hay que destacar el claro carácter estratégico y defensivo del emplazamiento; pudiendo pertenecer a estos siglos algunos paramentos del Cortijo y del antiguamente llamado puente de Los Moros.
Así un par de siglos más tarde se puede leer:
“…Hacia el año 1335, durante los sitios de Lerma contra Juan Núñez de Lara, D. Alfonso Téllez de Haro (su aliado) se “desnaturó” de Alfonso XI y se hizo fuerte en su castillo fuerte que decían Soto y desde allí robaba e facía mucho mal en la tierra. Por ello mandó a los concejos de Soria, Yanguas y otros que fueran a sitiarlo, durando ello seis meses…”
De esta época se mantienen en pie restos de algunas edificaciones, como la parte baja y el entorno del molino (molino de Arriuko), los puentes, restos de murete y la parte baja de unos cuantos edificios que ostentan puertas y estructuras, aun medievales. Esto demuestra la ocupación del cerro en su ladera sur e incluso de ambas márgenes del río. Por aquellos entonces se esculpió la talla actual de la Virgen del Cortijo (S. XIII).
En historia de los Cameros y en ella, por supuesto, los reyes navarros o castellanos, respetuosos con la entidad administrativa especial de la sierra, otorgaban su señorío a diversas familias.
Bajo la corona de Castilla y León se documentan dos largos periodos. El primero (1076 -1366)como señorío de los Fortuniones y el segundo, (1366-1812) en el que el rey D. Enrique II de Trastamara concedió el señorío a su fiel servidor D. Juan Ramírez de Arellano y de Subiza y a su descendencia.
Cuando Soto era Soto
De 1571 al siglo XVIII la población censada en Soto pasó de 220 a 454 vecinos (más los 89 de Treguajantes), de 50 a 66 en Trevijano, y de 25 a 48 en Luezas. La alta presión demográfica produjo un fuerte movimiento hacia las Américas en busca de riqueza. Además el proceso de emigración al Nuevo Mundo generó la aparición en los siglos (XVII-XVIII) de un grupo de mecenas indianos que, por motivos afectivos, por devoción o por prestigio ante sus paisanos realizaban generosas donaciones. También adquirían directamente obras de arte en sus países de residencia y los enviaban a su pueblo.
En el siglo XVIII corrían tiempos nuevos para la cultura. Las corrientes de pensamiento racionalista vinculadas al fenómeno de la Ilustración pretendían liberar a la sociedad de su ignorancia. Esto se conseguiría a través de la investigación en todos los campos, de la educación y de la recopilación del conocimiento en la Enciclopedia.
Los tratados sobre botánica fueron muy importantes, destacando el trabajo del soteño Javier de Arizaga que se instruyó en la botica de Juan de Arizaga. Una vez terminados los estudios ejerció casi toda su vida en Elciego. La Junta del Real Jardín Botánico de Madrid le encargó en 1785 la extensa obra de herborización del País Vasco y La Rioja “Excursión botánica o itinerario de herborización”
Otro soteño, D.Juan Esteban Elías, vecino de Jalapa _México_ dejó en su testamento bienes destinados a “levantar de planta un sólido edificio” para las escuelas (actual edificio consistorial) y para habitación de los profesores. Dotando “decorosamente" a dos maestros y una maestra (sueldo y jubilación) y asignando además una buena suma para material escolar; destinando el sobrante de las rentas a pensiones para estudiantes pobres que siguiesen la carrera literaria en Universidades del Reino, y para formar maestra que sucediese a la del pueblo. La fundación se ultimó en 1824.
A nivel económico es de destacar la larga tradición de Soto en la fabricación de paños, bayetas y tejidos de lana, para las que producían las de Santa María y Trevijano. Funcionaba en el hospicio una escuela de hilado y demás operaciones para tejer obteniéndose (según mencionan las fuentes) obreros muy aventajados en este arte. Tanto es así que en la segunda mitad del siglo XVIII Soto asistió a un aumento de la demanda y de la producción (en 1753 se confeccionaron 2.548 piezas de paños de todas suertes).
La producción se vendía en la misma villa, en la cuenca del Ebro, en Vizcaya, en el reino de Navarra, Galicia, Asturias, Tierra de Campos... e incluso en América. Con la excepcional lana de ovejas merinas (organizadas desde el Honrado Concejo de La Mesta), los tejidos se realizaban en los numerosos telares ubicados en el municipio. La calidad de los tejidos de Soto (junto a Enciso, Torrecilla, Ortigosa y otras villas) era muy apreciadas en la corte e incluso entre las tropas; así Felipe V en 1733 eximió a los pañeros y pastores cameranos de las levas (reclutamiento) para poder surtir la demanda del ejército.
En el último cuarto del siglo XVIII, Soto pertenecía a la Provincia de Soria, siendo villa eximida de la jurisdicción del partido por gracia especial; estaba bajo el señorío del conde de Aguilar. En el año 1771 era señor de Soto D. Martín José de Castejón y Vaquedano, regidor perpetuo y teniente coronel de milicias en Logroño.
Bajo el señorío los condes de Aguilar, Soto aparece como una de las villas eximidas de la provincia de Soria hasta 1833 año en el que se crea la provincia de Logroño por Real Decreto quedando la villa de Soto incluida en la misma y en 1834 en el partido judicial de Torrecilla en Cameros.
En la primera década del S.XIX Soto en Cameros será testigo especial de otro proceso en la historia. Así, tras las sucesivas abdicaciones de los monarcas españoles (Carlos IV y Fernando VII, la corona pasó a José Bonaparte, hermano de Napoleón.
El sentimiento de ocupación extranjera que reinaba entre la población desembocó en el levantamiento popular del 2 de mayo en Madrid y en el inicio de la guerra de la Independencia. El movimiento antifrancés se articuló a través de Juntas Provinciales sobre las que se intentó imponer una Junta Central. La Junta correspondiente al territorio actual de La Rioja estaba ubicada en el municipio de Soto, tal y como aparece en un documento del Real Alcázar de Sevilla fechado el 14 de diciembre de 1809.
A mediados del siglo XIX D. Bernabé España, en su obra “Estado de la Provincia de Logroño” (1846) describió la situación de la sierra de la siguiente forma: “…En el estado más triste y deplorable se encuentra hoy el país de los Cameros, respecto de su antigua riqueza…” La producción de lana descendió de forma drástica, exportándose alrededor de un 6% de las lanas que salían al extranjero en los reinados de Fernando VI y Carlos III.
No obstante todavía en la sierra de Cameros se hizo un esfuerzo por sostener la economía aprovechando las lanas de toda la sierra y restableciendo con ella una industria pañera que perdurará durante el siglo XIX. Soto, Torrecilla, Ortigosa, Villoslada, Rabanera, Ajamil, Villanueva y Pradillo tuvieron fábricas de telares con multitud de obreros. Otros pueblos hilaban para las fábricas inmediatas.
En el Siglo XX Soto conoció un nuevo impulso en su economía especializándose en la producción del conocidísimo mazapán que por su calidad y aceptación ha perdurado con éxito hasta nuestros días. Sin embargo, a mediados del siglo XX, el atractivo de la vida urbana y la precariedad de servicios de la sierra impulsó a numerosos soteños a buscar trabajo en la ciudad, mayoritariamente Logroño, y cambiar su residencia. Fueron los años del gran declive rural.
MIKEL BEORLEGI EREÑA